"¡Eh! ¡Dejad de hablar de matemáticas!!!"En definitiva: no llegaban a canis, pero estaban en ello.
Por otro lado, la niña pequeña estaba hablando con su madre, contándole su día con una amiga del colegio, o qué le gustaría hacer en navidades. Intenté no prestarle mucha atención a la conversación y no dar sensación de estar metiéndome donde no me llaman, o simplemente no molestar. Pero esa niña era realmente tierna, hablaba por una parte con la inocencia de su edad, y por otra, con madurez y educación: sinceramente, era un encanto y me hacía sonreír cada vez que escuchaba algo de lo que decía.
Que luego cuando bajaron, madre e hija, un par de paradas antes que yo, los chicos de delante se quedaran un momento en silencio para exclamar:
"¡Por fin! Joder, qué coñazo de niña, que no se ha callado en todo el puto viaje, me he pasado todo el rato con la vocecilla clavada en la cabeza..."... No, no y no. Me sentó francamente mal, más cuando eran ellos los que se pasaron a gritos todo el viaje. No conozco a ninguna de las dos partes, pero francamente: durante ese rato fui fan incondicional de esa niña.