jueves, 13 de mayo de 2010
Piercings
Hoy me he hecho mi segundo piercing en un mes (aprox). A un milímetro del primero. Literalmente.
¿La historia? En un viaje, de puntazo, mi amiga y yo, las dos locas de la vida... "¿Nos hacemos un piercing? ¡Va!" Y allí que nos fuimos, en una tienda hippie, con una trastienda perfectamente adaptada para tal función. El material todo correcto, la gente realmente maja, un trato muy cercano, una explicación de cada paso que se daba para que no te quedases con la duda... Salí de ahí con una sonrisa.
Pero al poco me di cuenta de un pequeño detalle a tener en cuenta... que el piercing no estaba simétrico, cosa que siendo en el centro del labio inferior, llama la atención. Y aunque la gente a primera vista no se diese cuenta de que estaba desplazado hacia mi derecha... ¡Yo lo sabía! Y era algo que me reconcomía por dentro, que notaba cada vez que jugueteaba con el piercing, era una deformidad autoprovocada...
¿Solución? Quitarme el piercing, que se cerrase la herida, y volver a hacérmelo esta vez ya centrado. Cuando voy a la tienda, feliz de arreglar el desperfecto, me encuentro con que todo es mucho más rápido, profesional y... seco. Nada de hablar, nada de simpatía, de colegueo, o como se quiera definir. Aunque el resultado ha sido satisfactorio... en parte me ha decepcionado.
Nunca está de más el buen trato con el cliente, además de que algo de conversación agradable alegra el día a ambas partes... ¿que estaba de más?
Aunque técnicamente la valoración se tenga que medir por el resultado y la profesionalidad... Creo que aún así me quedo con el primer local.
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